La negociación es uno de los puntos neurálgicos para que las letras de los libros se conviertan en escenas audiovisuales, como bien afirma Patricia Renjifo, abogada social de ECIJA Colombia y quien lidera el área de medios, entretenimiento y propiedad intelectual. “A veces se tiende a subestimar este tipo de negociaciones porque no se conoce mucho del tema. Se cree que es llenar un formato y ya. Pero no, son casos que tienen muchas aristas porque porque toca alinear las expectativas del escritor con las expectativas de la productora y también con las del cliente, que no siempre está ahí”, explica Renjifo, quien fue asesora legal para la adaptación de Secuestro del vuelo 601, una serie de Miracol para Netflix basada en el libro Los condenados del aire de Massimo Di Rico.
Este ámbito del mercado audiovisual está en plena expansión. Según Renjifo, “hoy en día existen en esta área unos negocios muy interesantes, por ejemplo el first look, que es cuando una editorial firma con una productora un contrato donde la productora tenga la oportunidad de ser de los que primero lean los libros nuevos que llegan para ver si quiere optar por alguno para adaptación audiovisual”.
¿CON QUIÉN SE NEGOCIA?
Para los productores interesados en adaptar una obra literaria en particular, Renjifo aclara que el primer paso es identificar quién es el titular de los derechos de la obra. “En algunos casos, independientemente de quien tenga los derechos de la adaptación, puede que se negocie con la editorial en representación o con un agente literario” comenta.
Asimismo, Renjifo menciona que hay editoriales en Latinoamérica que, al firmar un contrato con un autor, establecen que tendrán los derechos de adaptación, por lo que la productora negociaría directamente con la editorial, quedando el autor con un porcentaje del acuerdo.
Otro punto relevante es que cuando la productora negocia con el autor, se recomienda que ya exista una propuesta concreta para la adaptación. La abogada subraya que en este proceso es crucial aclarar que “probablemente va a haber alteraciones al libro, es decir, hayan saltos cronológicos, omisión de personajes o inclusión de nuevos, así como capítulos enteros del libro que no se adaptarán por diversas razones. Todo debe ser muy específico para evitar reclamos posteriores”.
Desde la perspectiva de las productoras, el objetivo es lograr una libertad considerable en la adaptación, sin tener que consultar continuamente al autor. No obstante, Renjifo reconoce que “es muy razonable, si el escritor está vivo, que se le dé una figura de asesor o que incluso haga parte del equipo de guionistas”.
EL PROCESO
Generalmente, lo primero que acuerdan productora y contraparte es la realización de una sinopsis o resumen del proyecto para presentarlo a posibles inversores. Según Renjifo, hay dos opciones: “Hay quienes negocian solamente ese documento que presentarán con la intención de conseguir inversión para el desarrollo, o la que recomendamos, que es un contrato de opción más adquisición de derechos”. Este contrato establece las condiciones para el desarrollo de la obra, incluyendo tiempo de exclusividad, posibilidad de contratar guionistas o adaptar partes específicas, y por supuesto, el precio.
Por su parte, Renjifo aconseja a los escritores informarse sobre cómo pueden reservarse derechos para nuevas temporadas, spin-offs, remakes, primeras opciones y merchandising. “Muchos no saben que todo esto debe quedar en el contrato y puede pasar que no vean ganancias con lo nuevo que se hace de su historia. El escritor debe ser consciente de que tiene una propiedad intelectual súper valiosa que puede negociar”, señala.
En conclusión, Renjifo destaca que, a medida que el mercado audiovisual sigue creciendo, es crucial que tanto productores como autores conozcan sus derechos y opciones para futuras adaptaciones. Una colaboración efectiva entre todas las partes permitirá que las adaptaciones literarias al cine o la televisión sigan siendo un vehículo importante para la creatividad en la región.
Édison Monroy