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“El melodrama vuelve a estar acompañado de los nombres de sus escritores y escritoras”

José Ignacio “Chascas” Valenzuela

El derrotero de la telenovela ha estado lleno de altibajos. En los años 80 y 90 fue el pilar de los canales abiertos; más tarde llegó una generación de ejecutivos que vetó los clichés del género, lo que dio como resultado productos sin alma y de bajos ratings; luego arribaron las plataformas que, en sus primeros años, no le dieron cabida. Ahora el melodrama retoma el vuelo de la mano de sus escritores y escritoras.

Tras la guerra del streaming, donde la necesidad de superar a la competencia redundó en altas inversiones, ha llegado un momento realista enfocado no tanto en la captación de nuevos suscriptores sino en la retención de los existentes

“Los presupuestos están más acotados y vuelve a ser evidente que el melodrama es una fuente inagotable de audiencia porque es un género noble que forma parte del ADN del espectador y, por lo tanto, no hay que explicarlo (…) Es un género que, además, es barato de producir, pues su fuerza está en las emociones de los diálogos y no en las explosiones, las cámaras submarinas o los aviones que se estrellan. La fuerza del melodrama es íntima, son fuerzas de igual intensidad que chocan dentro de una habitación” explicó José Ignacio “Chascas” Valenzuela Güiraldes, sobrino de la autora infantil chilena Ana María Güiraldes y autor, entre mucho otros títulos, de ¿Quién mató a Sara? para Netflix, plataforma con la que actualmente tiene un contrato de exclusividad.

Muchas de las nuevas producciones que hoy se pueden ver en las plataformas tienen un alto componente de melodrama (Pálpito, Perfil falso, Madre de alquiler y tantas otras), mientras que las telenovelas clásicas (Café con aroma de mujer, Pasión de gavilanes) se mantienen en el top ten mundial de las plataformas compitiendo con títulos internacionales.

“Y cambia el rumbo de las comunicacionales y nuevamente el melodrama empieza a estar acompañado de los nombres de sus escritores y escritoras. En una época se hablaba del melodrama de José Ignacio Cabrujas o de Delia Fiallo o de Arturo Moya Grau. Luego vino una época en la que parecía que las historias no las escribía nadie. Los premios que ganaron algunas de mis telenovelas los recibían productores y directores que se acordaban de agradecer a todos menos al escritor. Hoy en día, gracias al trabajo que hemos hecho los autores, eso es un poco impensado” comentó el escritor.

Hay avances pero el camino es largo. La huelga de escritores en EE UU dejó en evidencia que los autores no reciben un pago por las múltiples transmisiones de sus obras en streaming y que la jibarización de los cuartos de escritores está precarizando el trabajo. Tras la pandemia, estos cuartos que solían emplear a cinco o seis escritores por unos seis meses, redujeron la contratación a dos personas para hacer escaletas durante un mes y medio y, luego de un buen lapso de tiempo, a otras dos que hacen los diálogos sobre lo que estaba hecho. “Se pierde calidad, continuidad y puestos de trabajo” aseguró Valenzuela.

La IA llegó para complicar el panorama. “Por el momento la IA escribe por receta, pero eso no quita que un productor le pida que le escriba una sinopsis o una biblia, que no tienen nada de emocional. A lo mejor en cinco años la conversación es completamente distinta, pero hasta ahora la IA no es capaz de entregar un diálogo” dijo el escritor chileno que saltó a la fama tras el éxito de ¿Quién mató a Sara? pero que tiene 30 años escribiendo telenovelas, obras de teatro y literarias.

De hecho, ¿Quién mató a Sara? despertó el interés de la industria audiovisual por su trabajo literario y, para tener el control creativo de las adaptaciones que terceros puedan hacer de sus 25 libros ya publicados, fundó la productora Malule junto con el productor Lucas Akoskin. Hay algunas adaptaciones avanzadas que esperan ser retomadas ahora que finalizó huelga.

Marcela Tedesco

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