La demanda de contenido turco, que alguna vez se consideró una moda pasajera, es hoy una presencia permanente en el mercado global. Hemos visto series turcas —dizis— entrar en países y regiones donde hace solo unos años muchos pensaron que nunca podrían ingresar y mucho menos tener éxito. En ese sentido, es particularmente notable la presencia y demanda continua en América Latina y en la televisión de habla hispana de EE UU.
Los latinoamericanos y los latinos en EE UU nos acercamos a las series turcas desde nuestra experiencia con la telenovela. Nosotros sabemos de drama, conocemos los códigos de los melodramas y estamos acostumbrados a consumir historias donde las emociones son el espectáculo. Pero cuando vemos dramas turcos nos sentamos además frente a una cultura que imaginamos exótica por la distancia geográfica, pero que nos recuerda a la nuestra.
Nos sorprendemos al reconocernos en escenas que, si bien suceden en paisajes que no conocíamos, muestran a una cultura que, como la nuestra, no esconde sus emociones. Los latinoamericanos y los latinos en EE UU nos acercamos a las series turcas desde nuestra experiencia con la telenovela. Nosotros sabemos de drama, conocemos los códigos de los melodramas y estamos acostumbrados a consumir historias donde las emociones son el espectáculo. Pero cuando vemos dramas turcos nos sentamos además frente a una cultura que imaginamos exótica por la distancia geográfica, pero que nos recuerda a la nuestra. Nos sorprendemos al reconocernos en escenas que, si bien suceden en paisajes que no conocíamos, muestran a una cultura que, como la nuestra, no esconde sus emociones. El resultado es que mientras miramos las series turcas nos movemos en una línea entre lo que nos es conocido y lo que no lo es. Entre lo familiar (una boda, por ejemplo) y lo exótico (los rituales de las bodas turcas, para continuar el ejemplo). El movimiento continuo en ese eje entre lo familiar y lo exótico produce una adicción particular: el que comienza a ver series turcas quiere ver más y las busca en plataformas OTT y en las redes sociales. Los que hacen la transición de televidentes a fans, se reconocen entre ellos, se organizan en grupos que giran alrededor de series o de actores particulares y se convierten en consumidores y distribuidores no solo del contenido turco, sino también de la cultura que lo produce.
La calidad de la producción es uno de los atractivos de estas series. Cuando las dizis llegaron a América Latina entrando por Chile en el año 2014, su producción estaba más cerca del cine de lo que estaba en aquel momento la telenovela. Y aunque esa brecha se ha ido cerrando, los seguidores de las series turcas continúan mencionando el nivel de estas producciones en cuanto a actuaciones, dirección, puesta en escena y escenarios como uno de los elementos que los mantienen enganchados.
No es esa la única razón. Un factor esencial es la manera turca de narrar sus historias—el storytelling. Estas series provienen de una cultura en la que la metáfora, la alegoría y el contar historias son elementos de la cotidianidad. Apoyándose en esa base cultural y en el talento y el know how técnico, la narrativa audiovisual turca se caracteriza por la priorización sin reservas de las emociones, la construcción efectiva de intensidad dramática, los giros sorprendentes aún en tramas que ya hemos visto, la cuidadosa construcción de la química romántica y la combinación de diferentes velocidades narrativas. El resultado es un producto poderoso que engancha más allá de las fronteras de Turquía.
La industria que produce y distribuye estas series es pujante, compleja y muy competitiva. En ella, canales de televisión, empresas productoras y compañías distribuidoras, si bien son sectores distintos, están entrelazados. Sus vínculos cambian constantemente como lo ameritan las condiciones de volatilidad que observamos actualmente en la industria global de contenidos. A la vez, la industria turca trabaja para un futuro cuyos contornos ya podemos atisbar y que están marcados por la proliferación y transformación de las plataformas OTT y sus diferentes subtipos; pero también por la búsqueda de alianzas y modelos de cofinanciamiento y coproducción con la televisión de habla hispana.
Carolina Acosta-Alzuru, profesora de la Universidad de Georgia en EE UU